lunes, 23 de noviembre de 2009

PRÓLOGO


Arkariam, la divinidad de Ashian, semidiós de la Luz, permanecía impasible caminando entre senderos de escaleras tan grises como las nubes. Un viento frío lo envolvió como si llevase en sus manos una fina tela de rocío. Con todo, la temperatura era bastante baja. Le recorrió una sensación extraña por el cuerpo mientras observaba la gran Luna del exterior. El único camino para salir del panteón era ése, ninguno e los dioses o semidioses se atrevían a atravesarlo. Pero a él, Lord Aslan, el inmortal señor de los dioses, le había dado el sagrado permiso de poder establecer conexión con el exterior.
Apoyando la mano derecha sobre su cabeza, observaba un colgante que sostenía entre sus dedos. Perduraban leyendas sobre la joya, su apariencia actual no era la que un día fue. Poseía un poder divino, según las leyendas, el panteón fue invadido por uno de los seres más peligrosos y poderosos que se conocen; para intentar salvarlo, el que fue el dios más poderoso se sacrificó a sí mismo utilizando el poder del colgante, dejando al mismo tiempo un legado. Fueron tiempos peligrosos, y esas criaturas llenas de maldad, dominada por el caos, consiguieron traspasar las barreras de los semidioses, y tras eso, la de los dioses. De las posteriores aventuras hay muy poco que decir. Esas criaturas fueron desterradas a la más profunda oscuridad, más allá de las insondables profundidades del Erebo. Condenadas a vagar eternamente en las oscuras tinieblas, sujetas por cadenas forjadas por el mismo Aslan.
Mientras tanto, Arkariam observó las estrellas del exterior, conocía muy bien el cielo y sabía que esa estrella no estaba allí antes. Era una señal de mal augurio; rápidamente pasó entre la barrera que separaba el exterior del panteón, cerró los ojos al notar el contacto con el interior.
La atmósfera que rodeaba el lugar era diferente, como si algo fuera de lo común hubiera penetrado en él, haciendo que se volviera más oscuro.
El semidiós se preguntó qué había ocurrido. Después de permanecer un momento bajo la capa púrpura que envolvía al panteón, entró al templo del Lord. No temía perderse al entrar solo, la entrada era un laberinto para que nadie, salvo él mismo, pudiera entrar en el interior, donde se encontraba el anillo maldito.
Tras dar algunos rodeos, empezó a sospechar que se había extraviado. El laberinto había cambiado desde la última vez; más enorme y peligroso. Sus senderos enmarañados dirigían de un seto a otro, cada cual más fascinante. Siguió buscando la salida, que supuso tendría que existir. Los caminos por donde pasaba eran iguales al anterior. Dirigió una sola mirada y se detuvo. Se encontró con unos ojos verdes muy intensos y profundos que centraban toda su atención en él. No pudo evitar estremecerse ante la mirada de Lord Aslan.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz suave—. Sabes que puedes morir en este lugar.
El dios supremo sostuvo un solo momento a Arkariam y al cabo de esos segundos se encontraron en el interior del templo.
—Has venido a negociar eso —declaró Aslan; con un rápido movimiento, chasqueó los dedos y apareció un pergamino amarillento y antiguo.

Arkariam esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza, mientras firmaba en el documento. Tras hacer eso, había asumido proteger al único heredero de Aslan, debía de llevarlo sano y salvo hasta el hogar donde lo habían adoptado. Pero, ¿cómo iba a poder desprenderse del niño y dejarlo allí en la Tierra? El semidiós comprendió el dolor que sentía a causa de separarse de él, lo quería como si fuera su propio hijo.
Se detuvo en la salida del panteón haciendo una corta pausa con el niño en los brazos, la barrera estaba brillando, unas débiles llamas blancas la rodearon. Al intentar traspasarla, se apartaron con ligereza, dejándoles paso hasta la Tierra. Su descenso fue demasiado rápido, cayeron bruscamente al suelo sin recibir daño alguno. Cuando llegaron ante la casa de acogida, el corazón del semidiós comenzó a afligirse. Con un suspiró pensó en llevárselo y no decirle nada a nadie, pero alzó la mirada hacia el frente y tocó el timbre de la casa. Un instante después, las puertas se abrieron y un ama de llaves apareció ante ellas.
El semidiós echó el último vistazo a su compañero dormido, desechó el momento de debilidad, y tendió el niño a Isabel Cooper, el ama de llaves.
—Adiós, Aidan —susurró Arkariam con expresión desconsolada, mientras contemplaba al bebé.






3 comentarios:

Nómada planetario dijo...

La historia está muy bien trenzada, a modo de guión de comic. Hay unas pequeña erratas en "ninguno e los dioses o semidioses se atrevían a atravesarlo".
Entiendo que debería decir ninguno de los dioses...
Más adelante falta la concordancia en "Fueron tiempos peligrosos, y esas criaturas llenas de maldad, dominada por el caos, consiguieron..." Supongo que referidas a criaturas serán dominadas por el caos...
Hago las correcciones en sentido constructivo, no te lo tomes a mal.
Me encanta el derroche de imaginación.
Saludos.

Tania dijo...

No, ¡gracias! La errata primera fui yo al escribirlo aqui jaja que no me fije :), a la segunda si se refiere a eso

Verónica dijo...

que ganas de leerlo ^^

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